miércoles, 7 de marzo de 2012

U

Me encantan esos momentos en los que no hay nadie en casa. Esos en los que la puerta de tu cuarto está cerrada, la persiana a medio bajar y una pobre luz de la pantalla del ordenador que ilumina lo necesario de tu habitación...

Principalmente, porque estás solo. La soledad está infravalorada en esta sociedad. Nos han comido el coco, desde Aristóteles hasta Steve Jobs, de que somos animales sociales y necesitamos relacionarnos constantemente con los demás. No lo niego, vale (¿quién soy yo para refutar miles de años de pensamiento humano erróneo?), pero, al igual que en todo, las posibilidades se van extremando, hasta que sólo queda un bando, otro bando, y un campo de batalla virgen entre ellos. Normalmente, el número de militantes en uno y otro equipo son distantes. Y creo que las redes sociales nos dan una pista de por dónde van los tiros...

La soledad es maravillosa. Es útil. No tengo por qué dar ejemplos; simplemente hay que experimentarla, en todo su esplendor. Mira... vive la situación de la que hablo: espera a estar solo, corre las cortinas, pon un bloc de notas vacío y enciéndete un cigarro. Siéntate. Y ahora... todo es coser y cantar: primera calada... bajas un poco la mirada... segunda calada... y sigues bajando la mirada. La autodestrucción está comenzando a brotar por tus venas, se inaugura el pensamiento pesimista y los párpados pesan, demasiado.

Nadie en el mundo pensaría que las losetas del suelo de tu cuarto eran de ese estilo. Vivimos mirando hacia arriba, al cielo, buscando algo: llámalo Dios, justicia, reconocimiento... yo que sé qué coño pensarán los autómatas. Pero, tan necesario es ver el lado pulido y limpio como el sucio y mugriento.

Tercera calada... Da igual: despréndete de esa ceniza que sobra para contemplarla inmóvil delante de tus pies. Metáforas hay miles.

Cuarta calada. El mundo ya importa poco. Sólo estás tú, esa luz tenue de la que hablé y el incombustible pitillo. Poco interesa. Dios, ¿de verdad que hay gente que se resiste a hundirse en la más perfecta miseria?

... Palabras. Sólo bastan manos y papel. Plasmar tus sentimientos en forma de palabras; junto a la música lo mejor para olvidar tus problemas.

Una vez que escribes... ya todo va rodado. Te levantas, abandonas la oscuridad y te preparas para levantar la persiana.

Caer y levantarse: la vida misma.



1 comentario:

  1. Me suscribo a tus divagaciones, gran hombre.
    Nacho Martin (el Garduño)

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