jueves, 8 de diciembre de 2011

Contracorriente

La última vez que tuve que desplazarme más de un kilómetro a pie escuché a una madre que le hablaba a su hija. No tendría más de seis años. Estaba llorando por haber perdido en una carrera con su hermano, de once años. Su madre le dijo "¿Por qué lloras? ¡Si has ganado!". La muchacha cambió su cara de tristeza por otra más animada. Se fueron, cogidas de la mano, recorriendo la orilla del Guadalquivir.

Qué bonito sería que, en la carrera por la victoria, el objetivo estuviera en la trastienda de lo absurdo: en obtener el último puesto.

El mundo sería otra locura muy distinta.

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