lunes, 5 de diciembre de 2011

Vive la resistance

Existe una flaca línea entre lo instransferible de uno mismo, lo personal y los secretos; y el espacio exterior, la noche infestada de carroñeros que subsisten de, aunque sea, ínfimos trozos de la vida oculta de una persona. Cualquiera que se precie es capaz de sobrepasar esa línea. Con un fundamento propio de los más despreciables de la historia, los sedientos se camuflan en la amistad para luego descubrirse y mostrar sus verdaderas intenciones. Otros prefieren la paciencia y el recurrir a semejantes menos estáticos para el beneficio propio. Si abres una ventana, te arriesgas a que entren insectos nauseabundos, que chupan la sangre y huyen o, cual parásito, se alojan en tu dermis obteniendo, el tiempo que le permitan, tus fluídos vitales.

Pero, sobre todo, los más curiosos son aquellos que, no contentos con conocer la oscuridad de las ánimas, intentan escalarlas, destrozarlas y condenarlas al interminable abismo, sin ninguna vacilación. Porque, al parecer, la competitividad está al orden del día. No sé qué es peor: si la ingente cantidad de galgos que siguen la liebre, o la valoración exagerada que se le da a la carne de ese conejo.

¿Actuaciones? ¿Reacciones? ¿Consecuencias?

No perdería mi tiempo en intentar escribir si no fuera porque me preocupan demasiado las consecuencias.

Porque, ¿qué se habría hecho en la antigua Roma, o en la Grecia, si algún espía retorcido (y, pretendo destacar: un espia presta sus servicios a aquel del que recibe algo a cambio) hubiera robado información valiosa de un pueblo amigo y pusiera en peligro el curso normal del imperio?
Ya que los tenemos como modelo en muchos aspectos actuales (sociales, legislativos, de ocio, estructurales...), ¿por qué no en esto otro?

La crudeza que pido no es comparable a la que poseen aquellos que intentan profanar lo propio, no. Mi frialdad es consecuencia de la suya. Y no falseo cuando afirmo que la repercusión supera, y con creces, al origen de la misma. Humano con sed de venganza no es, sino, un arma muy valiosa, fácilmente manipulable siempre y cuando se le dé alcance a su objetivo.

Hablamos de revolución.

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