viernes, 23 de marzo de 2012

DEFCOM 5

Si escapas, te arriesgas a que te pillen.
Hay veces que la mejor manera de sobrellevar los problemas es tumbarte en ese colchón mugriento que tienes por cama y esperar. 
Otros... pues ayudan al personal de limpieza, se encargan de llevar los libros a las celdas o son un chivato y se exponen a caer en un problema mayor.
Yo escogí escapar.
Cuando vas andando, dejando atrás lo que odias, de lo que ya estás asqueado, cansado y derrotado, de lo que tantas veces has deseado su fin; no puedes evitar mirar atrás: bailar sensualmente con esa mano con guante de cuero negro en tu espalda, apretando y apretando... susurrándote tentaciones al oído y atrayéndote con esa fragancia tan familiar que reconocerías en cualquier parte de tu mente. 
En ese momento caben dos posibilidades: los guardas te cogen, por novato en escapadas; o te olvidas del guante de cuero, que quiere arrastrarte de nuevo a ese agujero, y sigues gateando por el túnel que has labrado con tanta dedicación. 
Ahora mismo estoy fuera, en el muro que limita. Veo los focos, escucho la alarma que avisa de un hombre fugado y me aterro de los ladridos de perros que, supongo, están entrenados para buscar y despedazar.

No me preguntéis cómo, pero siempre logro escapar. Siempre corro 2 kilómetros y 900 metros hasta la extenuación... Y mientras respiro violentamente y observo la prisión desde fuera... huelo esa fragancia. La irrepetible, la tan fácilmente reconocible.

Hay que cambiarle los muelles a este colchón...

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