Sigue ahí quieta, sin que nadie pueda prestarte atención ni cariño ni una sencilla mirada. Sigue ahí sentada, sin ver mundo ni cascadas ni mariposas. Sigue ahí, querida amiga, sin ganas de volver a la realidad y en busca y captura, porque nadie le ha puesto precio a tu cabeza y, si se la han puesto, de verdad que no merece la pena. Vuelve a la luz, aléjate de esa sombra y mancha los vaqueros, suda la camisa y deja que la lluvia ilumine tu rostro. Deja que me pueda acercar, que pueda volver a sentir esa intensidad con la que vivías tus mañanas y tus puestas de sol. Deja paso al tiempo, a la esperanza, a las nuevas experiencias, al amor.
¿Quién, sino, me hizo tal y como soy?
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