¿Sabéis qué?
Que correr es lo mejor que puedes hacer en la sana locura que nos invade cada vez que se tiene una noche como esta.
Correr, con los brazos agitados al viento, la cabeza levantada de orgullo por empezar a valorar el riesgo propio de nacer.
Correr para no volver y buscar ese nuevo horizonte lleno de sonrisas y tristezas, lleno de anécdotas irrepetibles y de momentos imprescindibles para sentirse afortunado.
Correr, y correr, y correr hasta sentirse exhausto, derrotado, jodido... Y, sin descanso alguno, volver a correr.
Pues corre.
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