domingo, 30 de diciembre de 2012

La exposición

Siempre hay un momento idóneo para pintar un cuadro.
Para hacer 'click' mentalmente y obtener a máxima resolución la instantánea digna de colgar en esa galería de arte que visitarás muchas veces en busca de respuestas a preguntas indeseables.
Esa respuesta que yo busco no puede responderla ningún óleo ni bodegón.
 
Esa instantánea que me falta corresponde al momento antes de morir y caer, repetidamente una y otra y otra vez. 
Alzas los brazos y miras el mar, delante de tus pupilas, rompiendo los bordes de tu mundo, erosionándolos hasta el punto incómodo de hacer temblar sus cimientos.
Levantas la mirada, pasando por identificarte con el horizonte, casi imperceptible entre azul y azul tan parecidos. Sigues elevándote, por encima de las olas, hasta empaparte de las nubes, volar con las gaviotas... hasta ahogar tu corazón en la inmensidad del cielo eterno.

Cuando esa fuerza mística tire de tu alma y haga que tu cuerpo empiece a precipitarse al vacío... ¡click!

... Y cada vez que vuelvas a ese acantilado para morir en paz... plántate delante de esa imagen que fotografiaste. 

Ese cuadro que no poseo y que no consigo capturar.

Por suerte, hoy tengo mi cámara conmigo. 

Y el viento me ha llevado hasta aquí. Mi límite. Mi fin. Mi muerte.


... ¡click!

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