Jocosa grita el alma cuando quiere salir disparada y encontrarse con todos esos retratos amargos de momentos exquisitos e infernales al mismo tiempo. Sin embargo, el rostro lloroso de aquel hombre que te encontraste en el hall de aquel hotel de carretera de California te recuerda lo maravilloso que es el mundo y qué poco merecemos vivir en él cuando pensamos a la baja.
Sí, sí: los políticos merecen cuñas debajo de las uñas, la religión es una burda mentira que enmascara uno de los mayores negocios de la vergonzosa historia del ser humano, la prima de riesgo nos toca el punto que menos nos gusta que nos toquen, la gente es mala, falsa, hostil, egoísta, orgullosa, incapaz de pensar, siquiera en un lapso inimaginable de tiempo, que alguien está sufriendo por los actos propios; el mundo es inseguro, capaz de descuartizar tus miembros en comida molida para los payasos de ese circo tan capitalista; el amor, que parecía ser un bote salvavidas en medio de este mar muerto, resulta estar obsoleto, con un agujero del diámetro de ese que deja entrar más males al mundo que nos rodea, exprimiendo cada latido de nuestros exhaustos sentimientos, cosechando lágrimas para añadir a su particular 'Muro de los lamentos', donde cada uno de nosotros tenemos un espacio reservado aún antes de tener capacidad de pensar, de reflexionar.
Quizá sean estas siete copas de excelente vino. A lo mejor estoy volviendo a caer en la corriente que todos aquellos quieren que nos arrastre hasta esa extensión de agua sin vida alguna. O la soledad que invade sin piedad esta pobre fortaleza llena de confusión y tedio.
Sólo pido... un poco de optimismo.
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